martes, 28 de abril de 2009



LA OTRA ORILLA

Algún día, cuando el aire pese como tierra sedienta sobre los cuerpos desnudos,

tal vez alcance a ser la voz de aquel peregrino que enmudeció o el agua que,

gota a gota, resbala por su pecho. Él nunca estuvo en la otra orilla pues sabe

que allí los dioses duermen en el polvo. Y sabe que cuando un hombre por azar

se duerme en la otra orilla -ese lugar que siempre ocupó la mirada-

ellos se despiertan y se contemplan en él. Si ese hombre, entonces, se despierta,

se convierte en espejo y estalla con el sol.

De "La otra orilla" 1990
Chantal Maillard

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